Por Gonzalo Teruel
Contrario a lo que grita el presidente Javier Milei, la Argentina nunca fue la primera potencia mundial, ni siquiera una potencia entre otras en el concierto de naciones. Es verdad, eso sí, que con la incorporación de millones de hectáreas arrebatadas a las comunidades patagónicas, la consolidación del modelo agroexportador y la modernización del Estado de la década del ‘80 del Siglo XIX había en el país gran riqueza, pero muy mal distribuida.
Sin estadísticas oficiales ciertas, buena prueba de ello son las brutales descripciones consignadas en el informe “El estado de las clases obreras en el interior de la república” elaborado por el médico, abogado y agrónomo catalán Juan Bialet Massé por encargo del ministro del Interior Joaquín V. González hace exactamente 120 años.
“Era de ver aquellos hombres agobiados por el peso, sintiendo ya los efectos de la falta de presión, jadeantes, paso a paso, víctimas forzosas del progreso, porque no hay otro medio mejor de hacer la operación; pero ya que no puede evitarse, deberían ser pagados al menos con doble salario del que perciben. Esos son las águilas del progreso, héroes anónimos, que labran el canal de la riqueza de que ellos no van a gozar; su trabajo se paga con un peso y cincuenta centavos y se cree haberlo recompensado con largueza” describe, por ejemplo, Bialet Massé.
Y de la lectura de su informe se concluye que, no la Argentina, pero si sus hijos, los argentinos, eran pobres en su gran mayoría. Recién con la llegada al poder de Hipólito Yrigoyen, primero, y Juan Perón, después, los sectores mayoritarios mejoraron sus condiciones socioeconómicas y, por imperio del acceso a la educación y la salud pública y al trabajo con protección legal, conformaron una amplia y potente clase media que durante décadas diferenció al país de todos los demás del Hemisferio Sur.
Una segunda modernización del Estado de la década del ‘80 del Siglo XX, tras la brutal y retrógrada última dictadura militar que destruyó la industria nacional y cuadriplicó la deuda externa en favor del capital financiero, tiene como cuenta pendiente la eliminación de la pobreza que, en la actualidad, casi como en los tiempos de Bialet Massé, incluye a más de la mitad de la población nacional.
Sin valor científico porque combina distintas fuentes de información incomparables entre sí por las diferencias metodológicas, pero con criterio descriptivo, una reconstrucción de la serie histórica de los últimos 40 años revela un incremento dramático de los pobres en la Argentina.
Según datos recabados del INDEC, la UBA, la UCA y otros organismos públicos y estudios privados, en 1983 Raúl Alfonsín recibió la pobreza en torno al 22% y consiguió bajarla en los primeros años de su gobierno al 14% pero por la deuda externa, la sequía y la inflación la entregó a Carlos Menem en el 38% que bajó con la convertibilidad y la estabilidad cambiaria al 30% y después por la recesión y la desocupación subió al 40% en 1999 y ya con Fernando De la Rúa y el quiebre de la paridad peso/dólar llegó al 46%.
Efecto de la devaluación mediante, durante el gobierno provisional de Eduardo Duhalde la pobreza superó el 65% para empezar a disminuir al 62% y consolidar su descenso durante la presidencia de Néstor Kirchner con el inicio del boom exportador de la soja y el impulso de la obra pública hasta el 37%. Con políticas sociales activas durante la gestión de Cristina Fernández el descenso se profundizó en el primer mandato hasta el 28% pero de manera insustentable y repuntó al 30% en el segundo mandato. Los presidentes siguientes, Mauricio Macri y Alberto Fernández, profundizaron el desastre casi de manera idéntica y llevaron la pobreza a 35,2% en diciembre de 2019 y a 41,7% en diciembre de 2023.
Con políticas de ajuste y dogma fiscal, el presidente Milei elevó al cierre del primer semestre ese inmoral porcentaje al 52,9% de la población y a casi 25 millones de personas, según el último reporte temático del INDEC. Al respecto, como otros funcionarios nacionales y sin ponerse colorado, el vocero presidencial Manuel Adorni argumentó que “la responsabilidad es del gobierno anterior y que la pobreza ya empezó a bajar: llegó al 54,8% en el primer trimestre y bajó al 51% en el segundo trimestre y ya marca una tendencia”.
A favor del gobierno, la desaceleración de la inflación puede morigerar levemente la pobreza; en contra del gobierno, la recesión, el aumento del desempleo y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios puede extremar la pobreza.
Mucho peor aún
Siempre de acuerdo al último informe del INDEC, el NOA tiene un porcentaje mayor de pobres y Salta uno menor al promedio nacional: la pobreza es del 57% en la región y del 52,2% en la provincia de Salta cuando la media nacional es del 52,9%.
Sin embargo, la metodología utilizada por el organismo estadístico nacional podría no contener toda la realidad salteña. “No es una crítica ni mucho menos, el INDEC hace un trabajo muy profesional pero por cuestiones metodológicas mide aglomerados urbanos y no contempla zonas rurales o semiurbanas como las del norte de la provincia donde la sola observación desnuda niveles superiores de pobreza” explicó Lucas Dapena, decano de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Católica de Salta.
En este sentido, el profesional describió que “en la provincia se releva la zona central y sus alrededores que es la más rica y queda afuera del relevamiento la zona más pobre que es la del norte”. “Por supuesto no se puede hacer un cálculo exacto del real porcentaje de pobreza en la provincia, pero está claro que en pueblos y parajes como Rivadavia o Pichanal, solo por nombrar algunos que no están relevados, los habitantes no cubren los ingresos que se requieren para no ser pobre según el método del INDEC” profundizó el doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Nacional de Córdoba.
Con prudencia profesional Dapena evitó estimar el porcentaje exacto de pobres salteños, pero reconoció que “si pudiese medirse toda la provincia, el número sería bastante mayor al 52,2% informado para el primer semestre del año”.
Medida sólo por el ingreso de dinero de las familias, no es descabellado pensar en 15, 20 y hasta 30 puntos porcentuales más en el número de afectados por la pobreza en Salta y las demás provincias del norte de Argentina.
Qué se hace frente a la pobreza
“La pobreza no es un fenómeno estrictamente monetario, sino que es un problema multidimensional que implica una gran cantidad de carencias para las familias” advirtió Julio Picabea, magíster en Políticas Públicas por la Universidad Austral y docente en la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, y sugirió que, frente al evidente recorte de los recursos nacionales para mitigar la pobreza y el hambre, “los gobiernos provinciales tienen que ser creativos e innovadores en la formulación de las políticas públicas, tienen que generar recursos y abordar el problema porque la política social no puede agotarse en la transferencia monetaria del Estado nacional hacia el hogar pobre”.
En Salta, esas políticas públicas son ejecutadas por el gobierno provincial y también por las administraciones municipales. “Brindamos asistencia material en los casos de necesidades urgentes y, además, impulsamos actividades de promoción de los emprendimientos de las familias como las ferias de emprendedores en distintas ciudades y las capacitaciones permanentes en la Universidad Provincial para que los salteños puedan acceder al mercado laboral o generar sus propios ingresos” resumieron desde el Ministerio de Desarrollo Social”.
En sentido similar, el concejal capitalino Gustavo Farquharson informó que “la Municipalidad de Salta brinda asistencia permanente a comedores y merenderos y entrega módulos alimentarios a las familias más vulneradas, gestiona el programa ‘Pan Solidario’ para comedores comunitarios, organiza ferias barriales y el ‘Mercado en tu Barrio’ para que los vecinos puedan adquirir los productos de la canasta básica a aprecios accesibles además de generar permanentes capacitaciones gratuitas en oficios para que los salteños puedan iniciar sus emprendimientos con respaldo de microcréditos”.
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