Francia y el ejemplo que no seguimos

Por Gonzalo Teruel

Hace unos 3 meses, la brillante escritora Claudia Piñeiro escribió en X “cópense y armen un frente antifascista”.

Lamentablemente, su convocatoria no fue tendencia ni tuvo efecto político o social.

Supongo que Piñeiro se inspiró en lo sucedido el año pasado cuando la extrema derecha francesa estuvo muy cerca de ganar las mayorías necesarias para voltear al presidente Emmanuel Macron e instalar un gobierno fascista, xenófobo, antieuropeísta y autoritario.

Ganó la primera vuelta de las elecciones legislativas, pero no pudo en la segunda vuelta porque los distintos partidos democráticos de izquierda, centro y derecha hicieron un acuerdo político y electoral para preservar el gobierno y la república: acordaron retirar candidatos de la segunda vuelta en distritos donde la división de votos hubiera dado como ganador a la extrema derecha Marine Le Pen.

Allá, líderes importantes, enfrentados históricamente, como Macron, Jean Luc Mélenchon y otros hicieron un acuerdo para sostener no al gobierno sino al sistema democrático que evaluaron amenazado.

Aquí, en Argentina, no está la misma generosidad ni la misma responsabilidad para cuidar la democracia. Es verdad que hubo algunos acuerdos políticos. Pero fueron menores y solo por estricta especulación electoral.

Me parece que la dirigencia política (también la militancia y la gente común) no tiene cabal consciencia del riesgo que enfrentará el sistema democrático en las elecciones del próximo octubre.

Todo parece indicar que, en general, al oficialismo le irá bien en las elecciones. No le va a alcanzar para reunir mayoría parlamentaria, pero posiblemente si para garantizar decretos y vetos (cosa que por ahora no puede hacer, sin acuerdo con otros espacios colaboracionistas).

Vamos a pasar a un gobierno cada vez más agresivo, más autoritario y menos transparente que intentará paralizar los otros poderes y gobernar por decreto y veto.

Por supuesto, a ese posible resultado general nacional de triunfo del oficialismo, lo ayuda la falta de generosidad y responsabilidad de los distintos espacios de la oposición y la falta de una dirigencia nueva que nos aleje del pasado y nos acerque al futuro (Jorge Taiana, el primer candidato de Fuerza Patria en Buenos Aires, tiene 75 años).

En los distritos del centro del país, provincia y ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe la atomización de la oposición es muy grande: está Fuerza Patria, están los espacios de los gobernadores y varias listas más.

En Salta, más o menos lo mismo: el insólito “purismo” de Sergio Leavy y del Partido de la Victoria que rechazan a Juan Manuel Urtubey pero aceptan a Laura Cartuccia (hasta hace 5 minutos furibunda antikirchnerista) y el “apoyo crítico” de Gustavo Sáenz al gobierno nacional favorece a La Libertad Avanza que corre con buenas chances de quedarse con dos bancas en el Senado.

Supongo que, sistema D’ Hondt mediante, las bancas de Diputados se repartirán en tres espacios (Gabriela Flores de La Libertad Avanza, Emiliano Estrada de Fuerza Patria y Bernardo Biella de Primero los Salteños).

¿Qué le hace suponer a Sáenz que con dos candidatos derrotados en las elecciones provinciales de hace pocos meses, Flavia Royón y Bernardo Biella, puede ganar las elecciones nacionales?

¿Qué le hace pensar a Leavy que rompiendo Fuerza Patria le va a poner un freno a La Libertad Avanza?

¿Qué le hace pensar a la izquierda que repitiendo la infantil estrategia de presentar tres listas distintas (y los mismos candidatos de siempre) va a tener un resultado mejor que en todas las elecciones anteriores?

Por último, el cierre de listas dejó una renovación mayor de la esperada (por fin no están Juan Carlos Romero y Alfredo Olmedo). Pero es una renovación menor, de algunas pocas figuras, no de ideas, no de proyectos.

Salvo con alguna honrosa excepción, ni en la provincia ni en el país, hay un candidato que despierte un renovado interés (una excepción es Emilia Orozco a quién los simpatizantes salteños del oficialismo nacional perciben como una verdadera renovación política) y eso favorece a quienes aspiran a gobernar sin discusión política, por decreto y veto, con autoritarismo, sin proyecto de país y en beneficio del sistema financiero.

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